jueves, 17 de septiembre de 2015

Breve relato del inconsciente de un incoherente


     -Cuando la vida se te convierte en un dulce castigo sin causa, ¡recordád! el porqué seguiste luchando en el camino equivocado.- Le decía el joven, pero amoroso Pedro, al ya putrefacto cadáver de su amada.


    Miraba el cuenco vacío en donde una vez habían perpetuado los bellos ojos que en una época lo habían enamorado; en sus manos desbordaba la culpa. Engañado por un aroma de fragancia barata.


    Su reflejo era un pleonasmo de armónica agonía. Pero no estaba solo, el peor de los demonios esperaba su encuentro, nuevamente. 


Fue en una oportunidad, lejana ya, donde se habían conocido. Él, distraído por la antagonía de su belleza y el demonio esperando el error que el destino le deparaba.


    Detrás de un espejo se le hizo presente. El demonio sonreía, él inmutado. Veía al ca
dáver  y no recordaba porque lo había hecho.

    Ella era quien iluminaba su maldad en pequeños rastros de apaciguad, le recordaba lo bonito que era vivir entre seres inmaculados. Creía que su camino estaba desviado por el acontecer de la vida, pero que ella sería la excusa perfecta para ser feliz.


    Pero un día, sus lagrimas fueron sonrisas para Pedro, sus lamentos se convirtieron en canto lírico. Las quejas eran motivo de violencia, todo fue la excusa perfecta para atraer a su demonio, quien fascinado se encontraba todas las noches en el espejo, observando cada sufrimiento, esperando... 

Esperando...


     El amor se desvaneció, los pilares de Pedro volvieron a su esencia. Ella obligada por el lamento de su alma a quedarse, a completar lo que alguna vez se había propuesto. Él, la amaba con tanta euforia que ya no la respetaba como persona, sino como el placer de sus lujurias. Olvidándose ambos de quienes eran se convirtieron en la víctima y el verdugo, de un cuento inacabado de mentiras y verdades.


    La fantasía rodeaba anillos de platino, finales felices eran los sueños que aparecían entre noches oscuras, de gritos y de amorfo placer. El demonio iba creciendo, y ya no quedaba luz que apacigüe el camino del joven enfurecido de la vida, Pedro.        Una noche de luna llena, lloviznaba en el corazón del muchacho, el peor de los actos ya se había imaginado. Ella lloraba su muerte, aun estando viva, y el lloraba el amor encontrado en su peor enemiga.


    La destrucción fue completa, el demonio apareció en todas sus formas y se apoderaba de la débil mente del joven. La heroína de sus sueños, arrastraba toda vía de escape, apaciguaba la maldad de una irrealidad ya realizada.


    Su reflejo ya no era el demonio, y el camino final se empezaba a trazar. La sangre como escenario principal lo dejaba inmune a cualquier sacrilegio, mientras que la risa lejana del demonio iba desapareciendo.


    Ella lloraba, la muerte que sufría al ver su cadáver putrefacto, las larvas naciendo entre sus cavidades, El olor fétido, compañero del olvido. Pero lloraba más por el demonio que había dejado nacer..

    

No hay comentarios:

Publicar un comentario